sábado, 11 de agosto de 2007

A PUNTO DEL SUICIDIO

Nº 6 Título – "A PUNTO DEL SUICIDIO" (Cádiz 1952-1957)


Podéis haceros una idea del sentido de liberación que sentí cuando por fin me lancé a la vida casi con un oficio aprendido y con mis manos para poder defenderme de una forma más adecuada con un empleo. No puedo representar con letras lo que sentí en esos momentos. Creo que debí sentir lo mismo que siente un prisionero al salir de la cárcel.

Nos presentamos los cuatro alumnos en las oficinas de Construcciones Aeronáuticas S.A. de Cádiz al mismo tiempo, según ordenes de la escuela. Mis compañeros eran: Pedro Bacho Ramírez, Juan Ortega Sánchez, José Menacho Pérez y yo, Antonio Guardia.

Como ya me temía, me pidieron la “sagrada partida de nacimiento”. Yo, creyendo que podría justificar el error del certificado de nacimiento con el de mi partida de bautizo, procuré por todos los medios convencerlos de que mi verdadera identidad era la de la partida de bautismo, (puesto que no hubieran podido bautizarme tres años antes de venir al mundo). Pero no pude convencerles y me dijeron que no tenía derecho a trabajar por el sello que tenía por detrás de mi partida.

Os daréis cuenta de la reacción que esas palabras hicieron en mí. Eso es fácil de comprobar, ya que esa factoría existe en la actualidad igual que los archivos. Se puede ver que mis tres compañeros entraron días antes que yo.

En vista de tal desesperación, yo que me sentía ya un hombre, lloré como si fuera un niño. El mundo se derrumbó a mis pies y enterró todas mis ilusiones. Maldecía ser español y haber nacido en Cataluña, como al mismo Dios por castigarme de esa manera sin que yo hubiera cometido ningún delito.

Salí de esa maldita fábrica llorando, sin ni siquiera darme ni vergüenza de hacerlo en medio de la calle. No supe nunca si alguien se fijó en mí porque yo no veía a nadie. Creo que si hubiese tenido en esos momentos una navaja o un cuchillo, hubiese hecho lo mismo que mi madre hizo con Esperanza, en Barcelona.

La dirección que tomé al salir de esa asquerosa factoría fue hacia las murallas de Cádiz con la intención de suicidarme. Esas murallas se encuentran a unos cinco o seis kilómetros de Construcciones Aeronáuticas y hay que cruzar la Avenida de Canaleja, delante del muelle, que es donde estaba la Casa Sindical. Al verla, me vino a la cabeza la idea de hacer mi último esfuerzo.

Como yo la conocía un poco, porque había ido algunas veces con la señorita Natalia del Hogar, me fui sin pedir permiso directo al que yo pensaba que era el delegado y entré en su oficina. Se me quedó mirando asombrado, no sé si sería por la cara que yo tenía o porque entré sin permiso.

No le dejé hablar y cuando terminé me pidió los papeles y salió del despacho. Tardó un buen rato y tuve miedo creyendo que habría ido a por la policía. Me dieron ganas de salir corriendo, pero pensé que ya de nada me serviría. Cuando regresó me entregó mis papeles y me dijo que me podía presentar en la fábrica porque me admitirían.

Una vez más me envenenó esa dichosa partida, obra de mi queridísimo papá y de las consecuencias de una guerra que yo no hice, pero que me perseguía por todas partes. Mi sólo delito fue el de ser hijo de un hombre que defendió la legitimidad de la Republica Española y que por ella lo perdimos todo. Y, actualmente, ni siquiera quieren decirme cuál fue la causa de la muerte de nuestro padre. ¿Lo mataron los alemanes? O, ¿quién lo mató? ¿Quién le puso esa cruz tan enorme con esa corona de laurel? si ellos, como decían los otros, quemaban las iglesias y mataban a los curas. O es todo mentira y es sólo propaganda política.

Las autoridades españolas actuales me dicen que no pueden hacer nada porque el Parlamento aún no ha aprobado la Ley de la Memoria Histórica. ¿A qué están esperando? ¿A que se mueran los viejos como yo para ponernos una placa en la lápida como recuerdo, para que sólo sirva como propaganda?

Y las autoridades más altas, ni siquiera tienen tiempo de leer mis cartas porque dicen tener mucho trabajo ¿Por qué razón los casos como el nuestro no entran en sus cuadernos de apuntes de trabajo? ¿No somos españoles como los demás? ¿Es más importante preocuparse de Pinochet y compañía antes que de los “NIÑOS DE NADIE”?

Por fin pude entrar en esa asquerosa empresa que estaba considerada por Franco como “empresa modelo” y al mismo tiempo recuperé nuevamente las esperanza de poder vivir como una persona normal (pero me equivoqué nuevamente).

Al ingresar en ese MODELO de factoría, lo primero que solicité fue un piso (trabajé diez años en ella y nunca me lo dieron) y eso que muy posiblemente fui el oficial de primera más joven que hasta entonces habían nombrado, sólo por mi calidad de trabajo.

En 1959 me hice el D.N.I. y, como es natural tuve que entregar la dichosa partida de nacimiento. La policía quería que yo pusiera la fecha de mi nacimiento según el certificado de nacimiento. Yo, que ya era un hombre, me negué diciendo que si yo hacía eso “mentía” y que si no querían hacérmelo que no me lo hicieran. Tardaron un poco de tiempo, pero me pusieron mi fecha legal. ¡Menos mal!

Llegó la hora del servicio militar y no me llamaron. Me presenté yo por mi cuenta y expliqué el caso (para eso no tuve el mínimo problema). Me llamaron por mi quinta.

Como no podía abandonar a mi madre durante 18 meses porque la tenía a mi cargo, aproveché la ventaja de poder hacer el servicio militar en la fábrica, ya que esta era “militarizada” con la condición de que no podía pedir la baja antes de cinco años “PERO CON LOS MISMOS DERECHOS QUE UN CIVIL”.

Durante ese tiempo, quise casarme, como cosa natural. Me negaban casarme por culpa de ese papelito. Tuve que ir a hablar en persona con el Obispo de Cádiz y éste dio su autorización (la Iglesia me salvó).

El régimen de Franco daba tres mil pesetas a los jóvenes que se casaban. Las solicité y me las negaron por ese dichoso sello que tenía mi partida de nacimiento por detrás. Pregunté qué podía hacer y me dijeron que fuera a un abogado y entablar un juicio. ¿Cómo iba yo a pagar ese dinero únicamente para que me dieran tres mil pesetas, si ni siquiera estaba seguro de que me las pagaran? ¡Me quedé sin ellas! Esto ocurrió en el edificio del Fénix situado en la Avenida de Canaleja, delante del muelle de Cádiz, que es donde me mandó el Ayuntamiento en el año 1957.

Próximo capítulo Nº - 7 “Los motivos de mi exilio. Año 1962”

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